Comentario
Quito surgió como tierra intermedia entre Lima y Santa Fe y fue objeto de una buena política poblacional: a Cuenca (1557) y Baeza (1559), siguieron Ávila, Archidona y Alcalá del Río, que se sumaron a las primitivas de Quito, Puerto Viejo, Guayaquil, Loja y Zamora. En 1563, se creó su Real Audiencia en Quito y con una jurisdicción compleja, dado lo tardío de la misma. Comprendía las ciudades de Puerto Viejo, Guayaquil, Loja, Jaén, Zamora, Cuenca y Quito, las gobernaciones de Yaguarsongo y Quijos y la parte meridional de la gobernación de Popayán (su parte septentrional pertenecía a la Audiencia de Santa Fe), que tenía jurisdicciones sobre Cali, Popayán y Pasto. Por el oriente, la Audiencia de Quito tenía potestad sobre todo el territorio existente hasta la línea de Tordesillas, es decir, casi toda la Amazonía. En lo político y militar, dependía del virreinato del Perú. Eclesiásticamente, el obispado de Quito, creado en 1545 como sufragáneo de Lima, comprendía Pasto (la diócesis de Popayán era sufragánea del arzobispado de Santa Fe), el territorio propiamente quiteño y Piura, esta última integrada en la Audiencia de Lima.
El Licenciado Hernando de Santillán inauguró la presidencia quiteña y con ella los problemas jurisdiccionales, derivados de lo anteriormente dicho, así como la tendencia de los presidentes quiteños por conseguir la autonomía para su región administrativa. El Reino fue saliendo adelante sin mayores traumas hasta el año 1592, cuando sobrevino la revolución de las alcabalas. El virrey del Perú ordenó implantar dicho impuesto y se produjo un verdadero motín urbano, en el que se asesinó al Procurador del Cabildo y se asaltaron las Casas Reales. Duró hasta abril de 1593, cuando las tropas enviadas desde Lima lograron restablecer el orden, efectuando una cruel represión. A comienzos del siglo XVII la presidencia quiteña estaba ya mejor delimitada. Comprendía la provincia de Quito, gobernaciones de Esmeraldas, Quijos y Yaguarsongo y los cuatro corregimientos de Guayaquil, Jaén, Loja y Cuenca, amén de la parte meridional de la gobernación de Popayán. Los presidentes quiteños siguieron chocando con los virreyes peruanos hasta mediados de siglo, y tuvieron luego buenas relaciones con los mismos. Las crisis mineras peruana y neogranadina permitieron a dichos presidentes independizarse de sus vecinos, gobernando un territorio próspero, gracias a la elaboración de paños en los obrajes. A mediados del siglo XVII, la población quiteña ascendía a unos 580.000 habitantes, divididos en unos 450.000 indígenas, unos 40.000 blancos, unos 60.000 negros, unos 20.000 mestizos y unos 10.000 mulatos. La mayor singularidad de esta población es su enorme número de indígenas. Al parecer, la catástrofe demográfica no tuvo aquí la misma incidencia que en otros lugares de América. Esto permitió mover las haciendas con el trabajo obligatorio de los tributarios (incluso mediante mita) o del yanaconaje. Su industria textil empezó a desarrollarse desde 1560 y surtió de telas burdas a los centros mineros de su entorno y del Perú. El obraje quiteño, a diferencia del mexicano, era rural y se ubicó en los pueblos de indios o en las haciendas. Tenía, además, un relativo grado de especialización en las labores de cardado, hilado, tejido, batanado, etc. El auge obrajero corresponde al período comprendido entre 1590 y 1620, entrando luego en una fase de estancamiento que llegó hasta 1680, cuando inició su declive. Hacia 1700 existían todavía 174 obrajes en el Reino, en los que trabajaban unos 10.000 indígenas, que producirían más de un millón de pesos en paños. A esto se sumó el cacao producido en la costa (Guayaquil). Se exportó a Nueva España hasta que la Corona prohibió dicho comercio, en 1631, para evitar el drenado de plata mexicana.